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14 mayo, 2021

Se puede tener presión arterial alta durante años sin presentar ningún síntoma y es por eso que muchas personas padecen esta enfermedad sin saberlo. La hipertensión arterial (HTA) se desarrolla en el tiempo y sus causas son variadas. Si bien no tiene cura, se puede controlar con cambios en el estilo de vida y, si el profesional así lo indica, con medicación. La mejor forma de prevenir casos de gravedad es tomarse periódicamente la presión y adoptar hábitos saludables que minimicen los riesgos.

No hay síntomas específicos de hipertensión arterial. Se cree que las personas con hipertensión arterial están nerviosas, tienen sudoración excesiva o tienen dificultad para dormir. Eso es un mito. Por algo se conoce a la HTA como un “asesino silencioso”, que no presenta síntomas. No hay síntoma o signo determinado que funcione como señal de alerta de que alguien padece hipertensión arterial; por eso, la American Heart Association insiste en la importancia de conocer los valores de presión arterial y realizar cambios significativos para minimizar los factores de riesgo. Es aconsejable, por ejemplo, reducir el consumo de sal, llevar una alimentación saludable, hacer actividad física regularmente, utilizar técnicas de manejo del estrés y evitar o abandonar el cigarrillo.

Otro mito es pensar que la hipertensión arterial causa dolores de cabeza y hemorragias nasales. Hay diversos estudios que indican que la HTA no causa dolor de cabeza ni hemorragia nasal, excepto en caso de crisis hipertensiva, cuando la presión arterial es de 180/120 mm Hg o superior. Si la presión arterial es inusualmente alta, tiene dolor de cabeza o hemorragia nasal y no se encuentra bien, espere cinco minutos y repita la toma de presión. Si la lectura sigue siendo 180/120 mm Hg o más, debe comunicarse con el servicio de emergencias médicas.

Hay una serie de síntomas que pueden estar relacionados indirectamente con la hipertensión arterial, pero no siempre son causados por esta, como:

  • Manchas de sangre en los ojos: Las manchas de sangre en los ojos (hemorragia subconjuntival) son más comunes en personas con diabetes o hipertensión arterial, pero ninguna de las enfermedades las causa. Sin embargo, un oftalmólogo puede detectar los daños en el nervio óptico causados por la hipertensión arterial sin tratar.
  • Rubor facial: El rubor facial se produce cuando los vasos sanguíneos del rostro se dilatan. Puede producirse de forma impredecible o en respuesta a determinados factores, como la exposición al sol, al frío, a los alimentos picantes, al viento, a las bebidas calientes y a los productos para el cuidado de la piel. El rubor facial también puede aparecer cuando hay estrés emocional, exposición al calor o al agua caliente, consumo de alcohol y ejercicio, situaciones que pueden aumentar la presión arterial temporalmente. Aunque el rubor facial puede ocurrir cuando la presión arterial es superior a la normal, la hipertensión arterial no es la causa.
  • Mareos: Aunque el mareo puede ser un efecto secundario de algunos medicamentos antihipertensivos, no está provocado por la hipertensión arterial. No obstante, el mareo no debe ignorarse, especialmente si el inicio es repentino. Los mareos repentinos, la pérdida de equilibrio o la coordinación, y la dificultad para caminar son signos de alarma de derrame cerebral. La hipertensión arterial es uno de los principales factores de riesgo de derrame cerebral.

¿Qué puede hacer para prevenir una crisis de hipertensión arterial?

  • Medir su presión arterial regularmente para conocer su situación.
  • Reconocer sus factores de riesgo y modificarlos. La obesidad, el tabaquismo, el consumo excesivo de sal, son algunos de los factores de riesgo que pueden disminuir solo con cambiar algunos hábitos.
  • Si es necesario, pida ayuda profesional para modificar aquellas conductas que pueden empeorar su condición. La presión arterial alta no controlada puede ocasionar graves problemas de salud, como enfermedades cardiacas o ACV.

Fuente: American Heart Association

Karina Pontoriero

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24 marzo, 2021

El cáncer de cuello uterino se produce en las células del cuello uterino, que es la parte inferior del útero conectada a la vagina. Comienza cuando las células sanas del cuello uterino desarrollan cambios (mutaciones) en su ADN. En ese ADN se encuentran las instrucciones que le dicen a una célula qué hacer. En este caso, las mutaciones les dicen a las células que crezcan y se multipliquen fuera de control; entonces se acumulan formando una masa o tumor que –en estadios muy avanzados- pueden diseminarse a otras partes del cuerpo, lo que se conoce como metástasis.

En etapas tempranas, el cáncer de cuello uterino, generalmente, no produce signos ni síntomas. Por eso se recomienda realizar controles ginecológicos a partir de los 21 años o desde los 3 años posteriores al inicio de las relaciones sexuales: Una prueba de Papanicolaou puede detectar células anormales en el cuello uterino, incluidas células cancerosas y células que muestran cambios que aumentan el riesgo de cáncer cervical. Será el médico o médica quien evaluará si se han dado situaciones de riesgo especiales que requieran otro tipo de estudios complementarios.

Para prevenir el riesgo de contraer cáncer de cuello uterino es importante:

  • Que todas las niñas y niños de 11 años reciban la vacuna contra el Virus del Papiloma Humano (VPH). Esta vacuna forma parte del Calendario Nacional del Vacunación y reduce el riesgo de infección por VPH, una de las principales causas de cáncer de cuello.
  • Usar preservativo en todas las relaciones sexuales.
  • No fumar o dejar de hacerlo.

Cuando el cáncer de cuello uterino está en estadios un poco más avanzados, puede presentar alguno de los siguientes síntomas:

  • Sangrado vaginal después de las relaciones sexuales, entre períodos o después de la menopausia.
  • Flujo vaginal acuoso y con sangre, que puede ser abundante y tener un olor fétido.
  • Dolor pélvico o dolor durante las relaciones sexuales.

Según la estadificación de la lesión cancerígena puede realizarse tratamiento quirúrgico, requerir algún otro tratamiento como quimioterapia o radioterapia.

Karina Pontoriero

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26 enero, 2021

Hace 150 años, el 27 de enero de 1871, se conocieron los primeros casos de fiebre amarilla en Buenos Aires. Esta epidemia causó la muerte de 13.614 personas (de acuerdo con datos registrados por la Asociación Médica Bonaerense) y diezmó la población de una ciudad pujante que, en aquel entonces, tenía apenas 187 mil habitantes.  En la actualidad, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) calcula que se producen 200 mil casos anuales de fiebre amarilla y unas 30 mil personas mueren por esta enfermedad evitable.

¿Qué es la fiebre amarilla?

Es una enfermedad producida por un virus, que se transmite por la picadura de un mosquito infectado. No todos los mosquitos contagian la fiebre amarilla, solo lo hacen aquellos que previamente han picado a un individuo enfermo.

Existen dos ciclos de transmisión de la fiebre amarilla: el selvático y el urbano.

  • El ciclo selvático incluye a los mosquitos y a los monos, que se enferman y mueren rápidamente pero no transmiten la enfermedad. Ver monos muertos o enfermos indica que podría estar circulando el virus; por eso se debe informar inmediatamente a un Centro de Salud.
  • El ciclo urbano involucra al mosquito Aedes aegypti que vive en las casas – es el mismo que causa dengue-, y a los seres humanos.

El contagio de la enfermedad solo se produce por la picadura de mosquitos infectados y no de persona a persona. Los adultos mayores y los niños son quienes tienen mayor riesgo de presentar una enfermedad grave.

¿Cuáles son las zonas de riesgo para la fiebre amarilla?

Las zonas de riesgo de la Argentina son aquellas provincias que limitan con Brasil, Bolivia y Paraguay, especialmente Misiones y Formosa. Las provincias de Chaco, Corrientes, Jujuy y Salta son consideradas de riesgo medio.

El mayor riesgo de adquirir la infección es al realizar actividades en zonas selváticas y no haber recibido la vacuna.

¿Cuándo sospechar fiebre amarilla?

Si no está vacunado contra la fiebre amarilla, viajó o vive en una zona de riesgo y tiene síntomas como fiebre alta, dolores musculares, dolor de cabeza; su piel está amarilla, tiene escalofríos o náuseas, debe consultar al Centro de Salud. Es difícil confirmar la fiebre amarilla por un examen clínico debido a que sus síntomas son bastante inespecíficos y similares a los de una gripe común.  Se considera Caso Confirmado a todo paciente sospechoso que tenga un diagnóstico confirmatorio de fiebre amarilla por laboratorio.

¿Cuál es el tratamiento de la fiebre amarilla?

No existe tratamiento antiviral específico para la fiebre amarilla y sólo se realizan medidas de sostén. Si se puede manejar de manera ambulatoria, se indica reposo y paracetamol cuando el paciente tiene dolor o fiebre (otros antiinflamatorios como diclofenac, ibuprofeno, naproxeno y aspirina están contraindicados). Además, se brindan pautas de alarma para consulta inmediata, se solicita protección contra la picadura de mosquitos para evitar la transmisión del virus y se requiere una evaluación diaria por parte del equipo de salud.

¿Qué puedo hacer para prevenir la fiebre amarilla?

Lo más importante, para las personas que viven o viajan a zonas de riesgo, es aplicarse la vacuna con al menos 10 días de anticipación al comienzo del viaje. Es una vacuna segura y efectiva, que pueden recibir todas las personas a partir del año de vida. En el caso de los adultos mayores de 60 años se debe evaluar su aplicación de acuerdo con la exposición al virus y el riesgo clínico del paciente.

Una sola dosis de la vacuna contra la fiebre amarilla otorga inmunidad y protección de por vida, sin necesidad de dosis de refuerzo.

Además, al igual que para prevenir el dengue, es recomendable usar repelente y renovar su aplicación según indicación del producto, especialmente luego de haber estado en contacto con el agua o tras sudar en exceso.

Por último, es fundamental impedir la reproducción de los mosquitos y para eso es necesario vaciar o dar vuelta los tachos y/o baldes y renovar periódicamente el agua de las mascotas y floreros.

 

 

Karina Pontoriero

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21 enero, 2021

Llevar hábitos saludables es fundamental para prevenir enfermedades no transmisibles; es decir, aquellas que en gran medida se relacionan con la alimentación o el sedentarismo, como la Diabetes tipo II o las enfermedades cardiovasculares. Para la Organización Mundial de la Salud (OMS), la salud no es solo la ausencia de enfermedad, sino que implica un bienestar físico, mental y social. Para alcanzar ese bienestar y mejorar nuestra calidad de vida es necesario adoptar conductas que nos beneficien.

Los hábitos no se modifican de un día al otro. Por eso es recomendable dar pequeños pasos y hacer cambios paulatinos: De esta forma, hay más posibilidades de sostenerlos en el tiempo. A continuación, compartimos algunos consejos para comenzar un cambio de vida:

  1. Tomar más agua: Lo ideal es beber 2 litros de agua cada día. Para facilitar la ingesta de líquido, un tip es poner alarmas en el teléfono a modo de recordatorio o tomar 8 vasos de agua distribuidos en distintos momentos (dos vasos por la mañana, dos al mediodía, otros dos por la tarde y dos por la noche).
  2. Llevar una alimentación balanceada: Una alimentación equilibrada debe incluir verduras, frutas, cereales, legumbres y proteínas. En este punto, la planificación es clave. ¿Sugerencias? Primero, es recomendable consultar con un nutricionista. Pero, para empezar, es bueno organizar un menú semanal, hacer una lista de compras y tratar de comer comida casera. Cocinar puede ser un plan entretenido y ayuda a evitar o disminuir el consumo de azúcares y alimentos ultraprocesados. También es recomendable moderar el consumo de alcohol.
  3. Sumar movimiento: Hacer actividad física 30 minutos al día es bueno para el cuerpo y la mente. Las personas que no están acostumbradas o que realizan tareas sedentarias, pueden aprovechar las distintas aplicaciones y gadgets que ayudan a controlar los movimientos. Para no abandonar es preciso encontrar una actividad que entusiasme; puede ser caminar, andar en bici, nadar, etc. Lo importante es lograr constancia y, si se desea, proponerse pequeños objetivos para ser consciente del progreso. Siempre consultar a un médico para que realice un apto físico e indique la mejor actividad de acuerdo con su estado.
  4. Tratar de decirle adiós al cigarrillo: Los beneficios de dejar de fumar son innumerables.
  5. Descansar de manera adecuada: Lo ideal de dormir de 6 a 8 horas diarias. Tratar de regular y mantener un buen ritmo de sueño es necesario para un mejor rendimiento en todas las actividades y para recuperarse tras realizar ejercicio.
  6. Hacer alguna actividad placentera: Esto queda a gusto y criterio de cada persona. Puede ser meditar, pintar, cantar o bailar. Cualquier cosa que permita relajar y desconectar o despejarse.

El cambio de hábitos es un proceso y lleva su adaptación: Habrá días mejores que otros. Por eso, hay que ser flexibles y aceptar que a veces se puede fallar. En esos casos, evitar sentir culpa, no abandonar, ser paciente y retomar los buenos hábitos son pasos necesarios para tener éxito en este nuevo camino.

Karina Pontoriero

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21 diciembre, 2020

No hay dudas de que las fiestas de este fin de año tendrán un componente especial debido a la pandemia que nos ha mantenido lejos de nuestros seres queridos durante gran parte de este 2020. Sin embargo, es necesario continuar cuidándonos y cuidando a quienes nos rodean para evitar el contagio de Covid y prevenir también lesiones o quemaduras muy comunes en esta época del año.

La mejor forma de tener unas fiestas seguras en familia o con amigos es cumplir con los siguientes protocolos que minimizan los riesgos de contagio:

  • Evitar reuniones sociales con más de 10 personas. Es recomendable que esas personas sean convivientes.
  • Realizar los encuentros al aire libre o en espacios con ventilación permanente.
  • Usar barbijo o tapabocas en todo momento y quitárselo solo para consumir.
  • Mantener la mayor distancia social posible, no darse besos, abrazos ni estrecharse las manos.
  • Higienizarse frecuentemente las manos, especialmente antes de manipular la comida y luego de ir al baño.
  • No compartir vasos, cubiertos ni vajillas.
  • No asistir si presenta síntomas o si estuvo en contacto estrecho con caso positivo de COVID en los últimos 14 días.
  • Evitar bailar, cantar o gritar en espacios cerrados. Tratar de mantener la música en un volumen bajo para no hablar fuerte ni gritar.
  • Toser o estornudar en un pañuelo descartable o en el pliegue interno del codo. Recordamos que el virus del COVID se propaga por las gotículas que se expulsan al hablar, toser o estornudar.

En las fiestas son muy comunes las quemaduras y lesiones oculares producidas por mal uso de la pirotecnia y corchos. Es fundamental que solo se adquiera pirotecnia aprobada por la Agencia Nacional de Materiales Controlados (ANMaC), ente que regula y fiscaliza todo lo relacionado con explosivos y otros materiales controlados. Para hacer un buen uso de la pirotecnia, se requiere encenderla siempre en lugares abiertos y al aire libre. Jamás sostener la pirotecnia en la mano ni detonarla en un frasco, botella u otro recipiente. Mantener distancia del producto una vez encendido y proteger los oídos, especialmente los de los niños. En caso de que el producto no explote, apagarlo con agua (nunca tocar la mecha). Vale aclarar que los niños no deberían manipular pirotecnia o hacerlo siempre bajo la supervisión de un adulto.

Un gran porcentaje de lesiones oculares ocurren por los corchos de bebidas espumantes.  Para evitar esto, se recomienda maniobrar el corcho con un repasador y abrir la botella suavemente.  Si permite que el corcho “salga volando”, puede impactar y lesionar a cualquier persona desprevenida.

Por último, moderar el consumo de alcohol permite mantener control sobre las acciones. Las personas que beben en exceso son más propensas a minimizar los cuidados para prevenir el contagio de COVID, tener actitudes más violentas o generar accidentes de tránsito, entre otras situaciones evitables. Si bebe, no conduzca.

Karina Pontoriero

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11 noviembre, 2020

Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), alrededor de 422 millones de personas en el mundo tienen diabetes. Se calcula que, solo en América, son 62 millones de personas las que tienen diabetes*, pero más de la mitad no controla su enfermedad y entre un 30 y un 40% de personas aún no han sido diagnosticadas. Lo más alarmante es que, de acuerdo con estimaciones del Atlas de la Diabetes, para el año 2040 habrá 109 millones de personas con esta enfermedad en el continente.

La diabetes es una enfermedad crónica que, cuando está mal controlada, genera distintas complicaciones como ceguera, insuficiencia renal, úlceras y/o amputación de miembros,  enfermedad cardiovascular y mortalidad temprana. Además, en el actual contexto por la pandemia, las personas con diabetes son consideradas de riesgo porque pueden cursar cuadros más graves de COVID-19.

Se dice que una persona padece diabetes cuando el páncreas produce insulina insuficiente o cuando el organismo no la procesa bien. Este proceso ineficiente puede generar un elevado nivel de azúcar en sangre llamado hiperglucemia. Existen distintos tipos de diabetes:

  • La diabetes tipo 1 aparece generalmente en edades tempranas y se da cuando hay ausencia de síntesis de insulina.
  • La diabetes tipo 2 se origina cuando, como se menciona más arriba, el organismo no utiliza bien la insulina. Suele darse en la edad adulta.
  • La diabetes gestacional se desarrolla en mujeres embarazadas que padecen un aumento en el nivel de azúcar en sangre.

Llevar una alimentación saludable, que incluya frutas y verduras y evite las grasas saturadas, los azúcares refinados y los ultraprocesados; realizar actividad física regularmente; mantener un peso normal y evitar el cigarrillo contribuyen a la prevención de la diabetes tipo 2.

En el caso de las personas que ya han sido diagnosticadas, para evitar el avance de la enfermedad y sus complicaciones, será necesario:

  • Llevar un estilo de vida saludable
  • Realizar controles periódicos con un especialista
  • Controlar la glucemia
  • Tomar la medicación indicada por el profesional
  • Controlar la presión arterial
  • Controlar el colesterol
  • Cuidar los pies manteniendo una buena higiene, utilizando calzado adecuado y revisando periódicamente que no se formen lesiones.
*Dato del año 2014
Fuente: Organización Mundial de la Salud

Karina Pontoriero

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14 octubre, 2020

Millones de niños mueren cada año a causa de infecciones que podrían prevenirse con una correcta higiene de manos. Lavarse las manos frecuentemente evita no solo la propagación del coronavirus, sino que también previene enfermedades como gripe, tuberculosis, neumonía, bronquitis, cólera, hepatitis B y diarrea, entre otras.

En definitiva, la higiene de manos es la medida más relevante para evitar la transmisión de gérmenes perjudiciales y evitar infecciones.

Incorporar este hábito es saludable, simple, rápido y económico. Basta con lavarse profundamente las manos con agua y jabón o con alguna solución a base de alcohol, como el alcohol en gel. Pero, ¿en qué momento debemos hacerlo?  En el contexto actual, por la pandemia del Covid-19, es necesario higienizarse las manos:

  • Después de estornudar, toser o sonarse la nariz.
  • Después de viajar en transporte público, tocar dinero o superficies muy transitadas.
  • Al ingresar al hogar o trabajo desde la calle.
  • Antes y después de comer.
  • Antes de cuidar a una persona enferma (y frecuentemente durante su cuidado).

Además, para prevenir otras enfermedades, es importante lavarse correctamente las manos tras ir al baño, después de cambiar pañales o de acompañar a un menor al baño; antes y después de comer; luego de tocar animales, después de manipular basura y siempre que las manos se vean sucias.

Para disminuir las posibilidades de transmitir enfermedades a través de las manos, el lavado debe durar unos 40 segundos y abarcar toda la mano (palma, dorso, dedos, muñecas). Siempre que sea posible, es preferible utilizar agua y jabón antes que una solución en base a alcohol, debido a que el alcohol en gel mata el virus que causa el Covid-19, pero es ineficaz contra otros tipos de bacterias y virus como el rotavirus, por ejemplo.

Otras medidas que previenen el coronavirus son:

  • Toser o estornudar en la cara interna del codo o en un pañuelo de papel, que deberá desecharse inmediatamente.
  • Evitar tocarse la boca, la nariz y los ojos.
  • Mantener al menos 1,5 metros de distancia con otras personas y evitar el contacto físico (no darse la mano, abrazar ni besar a otras personas).
  • No compartir mate, vasos ni utensilios.
  • Evitar el contacto directo con cualquier persona que presente síntomas similares a los de la gripe o el resfriado.
  • Del mismo modo, aislarse si se presenta alguno de los síntomas de coronavirus y ponerse en contacto con el sistema de salud.
  • Desinfectar frecuentemente las superficies como mesas, mesadas, pisos, etc.

Si cada uno se cuida, nos cuidamos todos.

Karina Pontoriero

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25 agosto, 2020

Cumplir con el trabajo, las tareas del hogar y la crianza de los niños en medio del aislamiento preventivo por la pandemia del nuevo coronavirus suele ser agotador. Muchas veces puede ocurrir que por ocuparnos de obligaciones laborales descuidemos sin querer a los más chicos, Este es uno de los motivos por los que suceden los accidentes domésticos. Otros motivos son el desconocimiento y la falta de previsión.

Entre los accidentes domésticos más frecuentes están los golpes o caídas, las quemaduras, los cortes o heridas y las intoxicaciones. Todos estos accidentes son prevenibles y, mayormente, no revisten gravedad.

Compartimos algunas medidas de prevención:

  • Para evitar caídas y golpes, es recomendable instalar cerramientos protectores en balcones y ventanas o mantenerlos cerrados. También es conveniente impedir el acceso a escaleras con alguna traba para niños.
  • Nunca dejar solo a un bebé en la bañera: unos pocos centímetros de agua son suficientes para provocar ahogamiento.
  • Si hay una pileta, es muy importante contar con un cerco protector y vigilar que los niños no se acerquen solos.
  • Mantener a los chicos lejos de la cocina cuando está encendida. Se sugiere utilizar las hornallas de atrás para impedir que alcancen las ollas o sartenes.
  • Explicarles que no deben acercarse a las estufas o calefactores.
  • Procurar que los elementos cortantes como tijeras, cuchillos, etc., y las bolsas de nylon no queden accesibles para los niños.
  • No permitir que manipulen recipientes calientes o que contengan líquido a altas temperaturas.
  • Controlar que no tengan acceso a fósforos o encendedores.
  • Tapar los tomacorrientes para evitar posibles descargas eléctricas.
  • Vigilar que no haya objetos pequeños (monedas, bolitas, etc.) al alcance de los niños para prevenir atragantamiento.
  • Los medicamentos, artículos de limpieza o cualquier sustancia tóxica deben estar fuera del alcance de los niños.
  • Si hay mascotas en la casa, cuidar que el niño la moleste demasiado, especialmente mientras come para evitar mordeduras.

Si bien estas medidas de prevención reducen significativamente las posibilidades de tener un accidente dentro del hogar, no son infalibles. Por eso es importante actuar rápidamente para evitar consecuencias de mayor gravedad:

  • Si tras una caída o golpe el niño está mareado, somnoliento o irritable, tiene vómitos o convulsiones, hay que llamar inmediatamente al sistema de salud.
  • En caso de quemaduras, aleje al chico de la fuente de calor y ponga la zona quemada bajo la canilla de agua fría durante varios minutos. No utilice hielo, dentífrico ni cremas. Si considera que la quemadura reviste gravedad, llamar a un médico.
  • Si el niño se queda “pegado, sepárelo de la fuente de descarga eléctrica con material aislante como un palo de madera. Si hay otra persona con usted, pídale que corte la corriente y llame rápidamente al sistema de salud.
  • Si se produjo un atragantamiento, pídale al niño que intente toser para expulsar el objeto. Si no puede, deberá realizar la maniobra de Heimlich. Si desconoce esta maniobra, de ninguna manera introduzca sus dedos en la boca del menor porque podría empujar el objeto extraño aún más. Acérquese a una guardia o llame a una ambulancia.
  • En caso de que el menor haya ingerido medicamentos o cualquier sustancia tóxica, no intente provocar el vómito ni le administre líquido. Es conveniente acercarse a una institución médica o llamar al sistema de salud.
  • Ante una herida cortante, lave la zona con abundante agua y jabón. Presione con una gasa o tela limpia para frenar el sangrado. Llame al sistema de salud si sospecha que la herida es profunda y requiere sutura o mayor control.

Actuar con rapidez y tranquilidad en este tipo de situaciones es la mejor forma de ayudar a los más pequeños de la casa.

Karina Pontoriero

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3 agosto, 2020

Es sabido que la lactancia materna desde el nacimiento ayuda al desarrollo del bebé, refuerza sus defensas y, como consecuencia, evita enfermedades comunes como bronquiolitis o diarreas. Además, fortalece el vínculo madre e hijo y protege a la madre de muchas enfermedades como cáncer de mama, hipertensión, anemia, osteoporosis e incluso de la depresión postparto.

En plena pandemia es normal que surjan dudas respecto de la seguridad de la lactancia materna; sin embargo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Ministerio de Salud de la Nación (MSN) informan que hasta la fecha no se ha detectado la transmisión de casos activos de COVID-19 a través de la leche materna ni de la lactancia y tampoco se ha detectado el virus activo en la leche materna de ninguna mujer con confirmación de la enfermedad, por lo que nada indica que deba interrumpirse el amamantamiento cuando la mujer sospecha o confirma que es COVID-19 positivo. Si bien los investigadores continúan realizando estudios, los especialistas consideran que los beneficios de la lactancia materna superan los posibles riesgos de transmisión y enfermedad asociados al COVID-19, teniendo en cuenta que en la gran mayoría de los pocos casos positivos en niños -siempre por fuentes distintas a la lactancia materna-, la enfermedad ha sido asintomática o ha cursado con síntomas leves.

De todas formas, es recomendable tomar medidas de higiene adecuadas para prevenir un posible contagio de COVID-19, en caso de que la madre tenga sospechas o sea COVID-19 positivo. Estas medidas son:

  • Lavarse las manos frecuentemente con agua y jabón o con alcohol al 70%, especialmente antes de tocar al bebé.
  • Utilizar tapabocas o barbijo limpio mientras está amamantando al bebé. Es importante que el tapabocas cubra desde la nariz hasta el mentón para que cumpla su función. Una vez que termine de dar la teta debe desechar el barbijo o lavarlo con agua y jabón si se trata de un tapabocas reutilizable.
  • Cubrirse la boca y la nariz con un pañuelo al estornudar o toser, desechar el pañuelo y lavarse nuevamente las manos.
  • Si no tiene tapaboca, igualmente puede amamantar extremando las demás medidas de prevención como lavado frecuente de manos antes de tocar al bebé, taparse con un pañuelo al toser o estornudar y mantener la higiene de las superficies.

En resumen, la lactancia materna brinda a los bebés incontables beneficios para su salud y desarrollo que perdurarán toda su vida, por lo que no hay ningún motivo evidente para suspenderla durante la pandemia.

Fuente: Organización Mundial de la Salud

Karina Pontoriero

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24 junio, 2020

El COVID-19 es un virus todavía nuevo que se encuentra en investigación; es por eso que la información al respecto es dinámica y sufre modificaciones constantes. Para reducir su propagación y prevenir el contagio es fundamental seguir las recomendaciones de autoridades sanitarias competentes, como lavarse frecuentemente las manos, permanecer dentro del hogar lo más posible, salir de la casa solo para cumplir tareas esenciales y mantener distancia social.

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud y el Ministerio de Salud de la Nación, el distanciamiento social es una medida efectiva para disminuir la circulación del virus causante del COVID-19 y significa:

  • Mantener al menos 1,5 metros de distancia con otras personas.
  • No realizar reuniones sociales.
  • Evitar los lugares donde pueda producirse aglomeramiento de gente.
  • No ingresar a espacios cerrados (por ejemplo, comercios) cuando no pueda respetarse la distancia social mínima entre personas.
  • No compartir objetos de uso personal como mate, vasos, ni utensilios.
  • No saludarse con besos, abrazos ni apretones de manos.
  • Tratar de no visitar personas de riesgo o en situación vulnerable (adultos mayores, personas internadas, inmunodeprimidos, etc.).
  • Usar tapabocas o barbijo en aquellos sitios donde sea obligatorio, especialmente en espacios reducidos y/o cerrados como comercios o transporte público.

Es sabido que, en algunas circunstancias, mantener un distanciamiento social absoluto no es posible, pero es necesario que todas las personas seamos responsables y cumplamos nuestra parte para protegernos a nosotros, a nuestros seres queridos, a las personas más vulnerables y a toda la comunidad.

Cumplir con estas medidas no solo reducirá la transmisión, también evitará el colapso del sistema sanitario, de vital importancia en tiempos de pandemia.

Fuente: Ministerio de Salud de la Nación

Karina Pontoriero

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