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La producción creciente de alimentos elaborados cada vez más numerosos, la rápida urbanización y la evolución de los modos de vida están modificando los hábitos alimentarios. Los alimentos muy elaborados son cada vez más corrientes y asequibles. Las poblaciones del mundo entero consumen alimentos más ricos en energía que contienen muchas grasas saturadas, ácidos grasos trans, azúcar y sal. Esta última es la fuente principal de sodio, cuyo crecido consumo se asocia a la hipertensión y a un mayor riesgo de cardiopatías y accidentes cerebrovasculares.

Al mismo tiempo, al modificar sus hábitos alimentarios, las personas consumen menos frutas, verduras y fibras (presentes en los cereales integrales), que son los elementos clave de una alimentación sana. Las frutas y verduras contienen potasio, que contribuye a hacer bajar la tensión arterial.

En la alimentación, la sal puede provenir de alimentos elaborados, ya sea porque son particularmente ricos en sal (como platos preparados, carnes procesadas como el tocino, el jamón y el salame, quesos, tentempiés salados, fideos instantáneos, etc.), ya porque suelen consumirse en grandes cantidades (como el pan y los productos de cereales elaborados). También se añade sal a los alimentos durante la cocción (en forma de caldo o cubitos de caldo) o bien en la mesa (salsa de soja, salsa de pescado, sal de mesa).

Ahora bien, algunos fabricantes reformulan sus recetas a fin de reducir el contenido de sal de sus productos, y los consumidores deberían leer las etiquetas para elegir los productos de bajo contenido en sodio.

Recomendaciones para reducir el consumo de sal

  • Adultos: La OMS recomienda consumir menos de 5 gramos (un poco menos que una cuchara de té) de sal por día (1).
  • Niños: La OMS recomienda reducir la ingesta de sodio para controlar la tensión arterial en niños de 2 a 15 años. La ingesta máxima de sodio recomendada en adultos debe ajustarse a la baja, basándose en las necesidades de energía de los niños en comparación con las de los adultos. Esta recomendación no comprende el periodo de lactancia natural exclusiva (de 0 a 6 meses), ni el de alimentación complementaria de la lactancia natural (de 6 a 24 meses).
  • Toda la sal que se consume debe ser yodada, es decir «enriquecida» con yodo, lo cual es esencial para un desarrollo sano del cerebro del feto y del niño pequeño, así como para optimizar las funciones mentales en general.

Algunas nociones sobre la sal, el sodio y el potasio

  • El sodio es un nutriente esencial necesario para mantener el volumen plasmático, el equilibrio acidobásico, la transmisión de los impulsos nerviosos y el funcionamiento normal de las células.
  • El exceso de sodio tiene consecuencias nefastas para la salud, en particular la hipertensión arterial.
  • Los principales factores que contribuyen al consumo de sal en la alimentación dependen del marco cultural y de los hábitos alimentarios de una población.
  • El sodio se encuentra en estado natural en diversos alimentos, como la leche, la carne y los crustáceos. Suele estar presente en grandes cantidades en los alimentos elaborados, como el pan, los productos cárnicos elaborados y los tentempiés, así como en ciertos condimentos (salsa de soja o de pescado, por ejemplo).
  • También contiene sodio el glutamato de sodio, un aditivo alimentario utilizado en muchas partes del mundo.
  • El potasio es un nutriente esencial para el mantenimiento del volumen total de líquido en el organismo, el equilibrio acidobásico y electrolítico, así como para el funcionamiento normal de las células.
  • Se encuentra habitualmente en diversos alimentos no elaborados, especialmente frutas y verduras.
  • El aumento de la ingesta de potasio hace disminuir la tensión arterial sistólica y diastólica en los adultos.

Cómo reducir la sal en la alimentación

Las políticas y estrategias públicas deben crear entornos que permitan a las poblaciones consumir cantidades suficientes de alimentos salubres y nutritivos que constituyan una dieta sana, pobre en sal. El mejoramiento de los hábitos alimentarios es una responsabilidad que incumbe tanto a la sociedad como al individuo. Exige un enfoque que abarque a toda la población, multisectorial y culturalmente pertinente.

Las estrategias principales para la reducción de la sal comprenden lo siguiente:

  • Las políticas públicas, incluidas las políticas fiscales y reglamentaciones que garanticen la producción por los fabricantes y los minoristas de alimentos más sanos, o que faciliten la accesibilidad económica y la disponibilidad de productos sanos;
  • La colaboración con el sector privado para mejorar la accesibilidad y disponibilidad de productos hiposódicos;
  • La sensibilización de los consumidores y la capacidad de acción y decisión de las poblaciones gracias al marketing social y a la movilización para hacer conocer la necesidad de reducir el consumo de sal;
  • La creación de un entorno propicio para la reducción de la sal por medio de intervenciones en el plano de la política local y la promoción de ámbitos favorecedores de «una alimentación sana», como las escuelas, los lugares de trabajo, las comunidades o las ciudades;
  • La vigilancia del consumo de sal de la población, de las fuentes de sal en la alimentación, y de los conocimientos, las actitudes y los comportamientos de los consumidores respecto de la sal a fin de orientar las decisiones políticas;

Los programas de reducción de la sal y los que favorecen el enriquecimiento en micronutrientes de la sal, los condimentos o los aderezos ricos en sal (cubitos de caldo, salsas de soja o de pescado) pueden complementarse mutuamente.

En el hogar, se puede reducir el consumo de sal:

  • No agregando sal durante la preparación de los alimentos;
  • No poniendo saleros en la mesa;
  • Limitando el consumo de tentempiés salados;
  • Escogiendo productos hiposódicos.

Otras medidas prácticas a nivel local para reducir el consumo de sal:

  • Integrar la reducción de la sal en los programas de formación de los manipuladores de alimentos;
  • Retirar los saleros y los recipientes para salsa de soja de las mesas de los restaurantes; colocar etiquetas en los productos o los estantes que indiquen claramente que ciertos productos tienen un alto contenido en sodio;
  • Facilitar un asesoramiento dietético específico a las personas que acuden los centros de salud;
  • Abogar por que las personas limiten el consumo de alimentos muy salados y por que reduzcan la cantidad de sal que utilizan para cocinar; y
  • Educar a los niños y crear un entorno propicio para que adopten tempranamente una dieta hiposódica.

Algunas medidas que puede adoptar la industria alimentaria:

  • Reducir progresivamente el contenido en sal de los productos, de modo que los consumidores se vayan adaptando al sabor y no busquen productos alternativos;
  • Difundir las ventajas de consumir alimentos menos ricos en sal por medio de actividades de sensibilización del consumidor en los puntos de venta;
  • Reducir la sal en los alimentos y las comidas que se sirven en los restaurantes y servicios de restauración; indicar el contenido de sal en las etiquetas de los alimentos y las comidas.

Fuente: Consenso Salud


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El British Medical Journal publicó un estudio que incluyó datos de más de 110.000 personas y analizó específicamente enfermedades cardiovasculares, cáncer y diabetes tipo 2. Los investigadores de la Escuela de Salud Pública de Harvard en Boston y la Universidad de Ciencias Aplicadas de Amsterdam, observaron cinco hábitos saludables de “bajo riesgo”:

  • No fumar
  • Tener un índice de masa corporal (IMC) saludable de 18 a 25
  • Realizar actividad física durante al menos 30 minutos por día (incluida una caminata rápida)
  • Consumir alcohol con moderación*
  • Llevar una alimentación saludable

Luego, el equipo analizó la esperanza de vida libre de diabetes, enfermedades cardiovasculares y cáncer y cuántos años más libres de enfermedad podrían esperar las personas a partir de los 50 años. Los resultados mostraron que las mujeres de 50 años que llevaban un estilo de vida saludable (que adoptaban cuatro o cinco factores de vida saludable) tenían una expectativa de vida libre de enfermedad de 34.4 años más, llevándolas a la edad de 84 años sin diabetes, cáncer o enfermedad cardíaca. Esto se compara con solo 23,7 años más de esperanza de vida libre de enfermedad para las mujeres de la misma edad que no habían adoptado ninguno de los factores de un estilo de vida saludable.

En el caso de hombres de 50 años, aquellos que adoptaron cuatro o cinco factores de vida saludable podrían esperar 31.1 años sin enfermedad, en comparación con los 23,5 años para los hombres que no tenían comportamientos de estilo de vida saludables.

Los hombres que fumaban más de 15 cigarrillos al día y los hombres y mujeres obesos (con un IMC superior a 30) tenían las más bajas posibilidades de vivir una vida libre de enfermedades.

Los investigadores concluyeron: “Hemos observado que la adherencia a un estilo de vida de bajo riesgo se asoció con una mayor esperanza de vida a los 50 años libre de las principales enfermedades crónicas de aproximadamente 7,6 años en hombres y 10 años en las mujeres en comparación con los participantes que no tienen un estilo de vida de bajo riesgo”.

Políticas públicas para la mejora de la alimentación y el medio ambiente físico propicio para la adopción de una dieta saludable y estilo de vida, así como las políticas y regulaciones pertinentes (por ejemplo, la prohibición de fumar en lugares públicos o restringir las grasas transgénicas) son fundamentales para la mejora de la expectativa de vida, sobre todo la esperanza de liberarse de las enfermedades crónicas más importantes”.

La Dra. Kate Allen, directora ejecutiva de ciencia y asuntos públicos del Fondo Mundial para la Investigación del Cáncer, dijo: “Este nuevo y amplio estudio confirma aún más nuestra propia investigación de que tener un estilo de vida saludable reduce el riesgo de cáncer y otras enfermedades”.

*Se considera consumo moderado de alcohol a la consumición de 5gr a 15gr por día para las mujeres (una unidad de alcohol tiene 8 gramos de alcohol puro, por lo que 15gr es aproximadamente un vaso de vino de 175 ml ), y 5 a 30 gr por día de alcohol para los hombres (30gr es de aproximadamente 1,5 pintas de cerveza).

Fuente: Consenso Salud


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Por definición, la hepatitis es la inflamación del hígado producida, en su mayoría, por un virus que altera su normal funcionamiento. Según el tipo de virus que produjo la infección se habla de Hepatitis A, B o C. Consumir alcohol en exceso y algunos medicamentos también pueden causar hepatitis. Para prevenir las Hepatitis A y B hay una vacuna que está incluida en el Calendario Nacional de Vacunación; en el caso de Hepatitis C no hay vacuna, pero sí se pueden tomar precauciones para evitar o reducir las posibilidades de contraer la enfermedad.

Hepatitis A

En la Hepatitis A, el virus se transmite al consumir alimentos o agua contaminada. Esta infección es más común en lugares donde se carece de agua potable. La Hepatitis A no se vuelve crónica y tampoco causa daños permanentes en el hígado. El calendario nacional de vacunación contempla la aplicación de la vacuna al año de vida; los adultos que nunca se hayan aplicado la vacuna deben recibir 2 o 3 dosis en un plazo de 6 a 12 meses.

Otros métodos de prevención son:

  • Lavarse las manos con frecuencia, especialmente luego de ir al baño y antes de cocinar o comer.
  • Consumir agua potable o, en su defecto, hervirla o potabilizarla con 2 gotas de lavandina por cada litro.

La mayoría de las personas infectadas con Hepatitis A no presenta síntomas, aunque los más comunes son: fiebre, náuseas, vómitos, pérdida de apetito, cansancio. Si bien no hay tratamiento para esta enfermedad, se indica hacer reposo mientras persistan los síntomas antes descriptos y evitar el consumo de alcohol y de cualquier sustancia que sea tóxica para el hígado, incluyendo el paracetamol.

Hepatitis B

A diferencia de la Hepatitis A, la Hepatitis B puede causar una infección crónica, con complicaciones graves como cirrosis, cáncer de hígado o falla hepática. En este tipo de Hepatitis, el virus se transmite por vía sexual, sanguínea (al recibir transfusiones o compartir jeringas) y de madre a hijo en el momento del parto o mediante la leche materna. Los que corren más riesgos de contraer la enfermedad de manera crónica son los niños más pequeños y las personas con trastornos del sistema inmune.

La enfermedad no siempre presenta síntomas, pero los más comunes son pérdida de apetito, cansancio, dolor en los músculos y articulaciones, dolor de estómago, diarrea o vómitos. Con menos frecuencia, las personas pueden llegar a tener piel u ojos amarillos (ictericia).

Para prevenir la Hepatitis B es necesario cumplir con el calendario nacional de vacunación y aplicar una dosis a los recién nacidos dentro de las primeras 12 horas de vida y a los 2, 4 y 6 meses de vida (vacuna quíntuple). A su vez, todas las personas, de cualquier edad, que nunca se hayan vacunado o que no hayan completado el esquema, deben aplicarse 3 dosis de la vacuna.

Adoptar hábitos saludables es otra forma de prevenir, por eso se recomienda no compartir objetos personales, como cepillos de dientes, alicates o agujas, y usar preservativos al mantener relaciones sexuales. El personal de la salud debe estar entrenado y cumplir con las normas de bioseguridad.

Hepatitis C

La Hepatitis C, al igual que la Hepatitis B, se transmite por vía sanguínea y con menor frecuencia por vía sexual o materna.  Al no haber una vacuna preventiva para esta enfermedad, la mejor medida para evitar el contagio es no compartir jeringas ni elementos cortantes personales. Además, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda  a las personas ya infectadas que se vacunen contra las Hepatitis A y B para prevenir la coinfección por esos virus y proteger el hígado.

La mayoría de las personas que tienen la infección por Hepatitis C no experimenta ningún síntoma durante años. Sin embargo, se trata de una enfermedad crónica, por lo que necesita control médico y tratamiento con antivíricos, que pueden curar más del 95% de los casos de infección por este virus y reducir el riesgo de contraer cáncer de hígado y cirrosis.

Se estima que 71 millones de personas viven en el mundo con Hepatitis C. Más de 2 millones de personas se infectan cada año y unas 400.000 mueren por enfermedades asociadas a la Hepatitis C, como cirrosis o cáncer hepático.

Fuentes:

  • Ministerio de Salud y Desarrollo Social
  • Organización Mundial de la Salud

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El cáncer de piel es el tipo más común de cáncer y tomar sol sin la protección adecuada es una de sus principales causas. La exposición solar frecuente puede producir envejecimiento prematuro, lesiones precancerosas y cáncer de piel.

El principal factor de riesgo son las radiaciones solares, sobre todo las de tipo ultravioleta (UVB), cuyo efecto es acumulativo, progresivo e irreversible. Este tipo de radiaciones produce mutaciones en el ADN de las células que componen la epidermis, la capa mas superficial de la piel, e impiden su reparación. Así es como comienza la formación de un cáncer; por eso, es fundamental tomar sol con protección.

Consejos preventivos para reducir riesgos de cáncer de piel

  1. No exponerse al sol entre las 12 y las 16 hs.
  2. Usar siempre protector solar de factor alto y renovarlo cada dos horas, incluso en días nublados.
  3. Evitar el uso de cremas bronceadoras y/o camas solares.
  4. Usar anteojos de sol para proteger los ojos.
  5. Examinarse periódicamente y controlar las manchas o lunares para detectar cambios o alteraciones.
  6. Visitar a un médico si aparecen nuevas manchas rojizas, nódulos o lesiones que se descaman o no cicatrizan.

Fuente: Consenso Salud


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